Entrevista: Jacqueline Ponzo sobre la VIII Cumbre de Medicina Familiar y Comunitaria en Guatemala

Jacqueline Ponzo: “La VIII Cumbre busca contribuir efectivamente a este proceso en un momento fundacional en Guatemala”

El 10 y 11 de noviembre será la coronación de un trabajo inmenso que se realiza en pos de instalar la Medicina Familiar y Comunitaria en Guatemala, un país que aun no cuenta con la especialidad y que la VIII Cumbre será artífice y motor de sembrar la primera semilla para un futuro lleno de médicos y medicas familiares /familiares.

La Dra. Jacqueline Ponzo, presidenta de la Confederación Iberoamericana de Medicina Familiar repasa sus sensaciones sobre el acontecimiento más trascendente de los últimos tiempos. Guatemala ha depositado su confianza en CIMF, y tras el enorme gesto, la organización colocó a disposición toda su estructura para contribuir a este proceso fundacional.

¿Qué expectativas hay depositadas en la VIII Cumbre Iberoamericana?

La VIII Cumbre Iberoamericana será un evento muy importante por muchos motivos. En primer lugar, porque será el reencuentro presencial luego de la pandemia, de mucho tiempo de trabajo a distancia en momentos muy difíciles. Aunque parece que el Covid-19 va quedando atrás, las secuelas de la emergencia sanitaria persisten aún en cada una, cada uno de nosotros, en nuestras organizaciones y en nuestros países. CIMF se mantuvo fuerte y activa durante todo este tiempo, pero es muy necesario, imprescindible, el encuentro y el abrazo. El encuentro permite expresar el afecto, sin lo cual es difícil vivir. Al mismo tiempo, favorece los encuentros informales, esos que se producen en la periferia de agendas y programas, en base a afinidades, a intuiciones o a historias compartidas. Son encuentros que se nutren también del disfrute y probablemente por eso, resultan muy creativos. Como en la consulta médica, es tan importante lo programado como lo no programado, lo espontáneo. A veces, lo segundo puede resultar lo más relevante del día. O sea, tenemos muchas expectativas de lo que ocurrirá en Guatemala, por lo programado y lo no programado, lo que nos sorprenderá, la alegría del encuentro. 

Luego, desde el punto de vista político el evento es de inmensa relevancia. Estamos co-organizando la VIII Cumbre con las máximas autoridades sanitarias de Guatemala, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, y con la Organización Panamericana de la Salud. Guatemala no cuenta aún con la especialización en Medicina familiar y comunitaria, pero existe decisión política de instalarla y avanzar a su incorporación en el sistema de salud para su transformación. La VIII Cumbre busca contribuir efectivamente a este proceso en un momento fundacional, clave. Al mismo tiempo, producirá documentos de gran relevancia y valor para CIMF, para la medicina familiar / medicina familiar y comunitaria regional (e incluso global) y para cada una de sus asociaciones, para el desarrollo de la especialidad. La actualización del perfil del/la especialista en medicina familiar y comunitaria (competencias, habilidades), la definición de las condiciones de trabajo necesarias para el despliegue de todo el potencial de la especialidad, la certificación/recertificación y la inserción de la medicina familiar y comunitaria en los sistemas de salud, su capacidad de respuesta a las crisis y emergencias sanitarias son las cuatro grandes consignas que organizan nuestro trabajo en torno al lema “Medicina familiar y comunitaria, especialidad especialidad esencial para la transformación de los sistemas de salud en el siglo XXI”. 

¿Cuál es el impacto que esto podría proporcionar en Guatemala y en la región?

La primera de las consignas, definición del perfil de especialista en medicina familiar y comunitaria, incluye la definición de recomendaciones específicas para Guatemala, de cara al inicio de la formación superior para la instalación de la especialidad en el país. El principal impacto esperado es que a partir de la cumbre se logre articular un curriculum para la formación de posgrado que dé soporte a la residencia de medicina familiar y comunitaria capaz de producir profesionales competentes. Esto significa: especialistas capaces de asumir el cuidado de la salud de personas de todas las edades y la atención resolutiva de los problemas de salud más frecuentes a través de un vínculo sostenido a lo largo del tiempo, con enfoque familiar y orientación comunitaria. 

Guatemala es un país con más de 17 millones de habitantes, población joven (solamente un 5 a 6% son mayores de 64 años) que ha tenido un notable crecimiento demográfico en las últimas décadas. La expectativa de vida es menor a 70 años en los hombres y 74 en las mujeres, mortalidad infantil es de 23 por mil nacidos vivos, la cuarta parte de los mayores de 15 años carecen de alfabetización, poco más de la mitad de la población accede a saneamiento seguro (53%) y apenas un 61% accede al agua potable. 

Al mismo tiempo, cuenta con una gran riqueza y diversidad cultural en un territorio también diverso. En Guatemala hay numerosos pueblos originarios y etnias. Se hablan al menos 24 idiomas además del español.  Todas estas características representan enormes desafíos para cualquier sistema de salud. Pero esto no es un problema para el avance de nuestra especialidad; por el contrario, tenemos la certeza de que sólo con la medicina familiar y comunitaria se puede ofrecer atención adecuada y de calidad a las necesidades de la población con estas características. Claro que la atención médica no es suficiente y se requiere trabajar en la dimensión estructural, social, económica, ambiental para abatir los grandes problemas, pero la atención médica es necesaria, como es necesario también que esté a la altura de la gente y sus necesidades. Entonces, esta Cumbre trata de contribuir a que Guatemala avance hacia el mejor sistema de salud posible, un sistema de salud que combine la orientación comunitaria con la solvencia clínica de sus profesionales que permita resolver los principales problemas de salud de las personas y familias en cada territorio. 

¿Qué significa que la política guatemalteca se haya visto interesada en CIMF para instalar la especialidad en su país?

Es un reconocimiento que nos llena de orgullo y también de responsabilidad, lo cual nos exige sobremanera. 

CIMF es una organización basada en el trabajo voluntario de sus integrantes. No cuenta con cargos remunerados y se financia con los aportes de sus asociaciones miembro y beneficios generados en eventos académicos. El presupuesto resulta escaso, porque nuestras asociaciones, en su mayoría, son pequeñas (la MF/MFC tiene pocos profesionales aún en gran parte de los países) y por la situación económica de la región en general. No obstante las limitaciones que esto impone, hay algo que no falta en CIMF. Entusiasmo y compromiso siempre están presentes, nos caracterizan, tanto como la creatividad y la fortaleza de su movimiento de jóvenes, Waynakay. Es cierto que todo ello se ve exigido en este momento por la responsabilidad de esta convocatoria, pero a la exigencia asumida, la respuesta es alegría y trabajo colaborativo. En definitiva, además del reconocimiento, Guatemala le ha dado a CIMF la oportunidad de dinamizar el trabajo participativo y regional, algo que necesitábamos luego de tanto tiempo sumidos en el trabajo vinculado a la pandemia. 

Que CIMF haya sido identificada por las instituciones gubernamentales de Guatemala, con quienes no teníamos ningún contacto hasta recibir su convocatoria en junio de 2021 como la referencia más adecuada para su objetivo de instalar la especialidad en el país, nos habla de que CIMF, que WONCA Iberoamericana está ocupando el lugar que corresponde, de referente regional en la materia. Esto no significa que podamos confiarnos y descansar, por el contrario, significa más trabajo, más estudio, más cooperación, para desempeñar ese papel de forma adecuada. 

¿Esto revitaliza la jerarquía de CIMF en una región como Centroamérica donde se necesita fuertemente fortalecer los sistemas de salud?

Esperamos que la VIII Cumbre revitalice a CIMF en todas las subregiones. El trabajo que se está desarrollando en la precumbre desde el mes de julio, en dos fases virtuales, con participación de más de 150 personas, entre ellas más de 20 jóvenes y un comité especial integrado por ex presidentes/as de las siete cumbres anteriores, nos dejará un crecimiento expresado en la consolidación de grupos, en actualización de temas y procesos, en la apertura de nuevas líneas de acción y de pensamiento. Sin duda más fortaleza. Para Centroamérica en particular, pensamos que la Cumbre será dinamizadora. Esperamos que este proceso guatemalteco, se contagie y se expanda. En Honduras no existe aún la especialización. El Salvador y Nicaragua tienen asociaciones que trabajan desde hace años con muchas dificultades, Costa Rica y Panamá, con sistemas de salud y presencia de la medicina familiar más consolidada, afrontan desafíos propios de este tiempo que demanda revisión y actualización de la especialidad, de su inserción en el sistema de salud y de los sistemas de salud en sí, a lo cual esta cumbre podrá aportar. 

¿Cómo pensás el futuro de la MF en Latinoamérica?

Esta pregunta es difícil, porque requiere imaginar el futuro en un momento de incertidumbre y cambios acelerados. Imagina la medicina, la región y, en ese contexto, pensar la MF del futuro en Latinoamérica y en Iberoamérica, porque nuestra región incluye a Iberia. En gran medida todo dependerá de los caminos que transite la región en las próximas décadas. 

Con optimismo, aspiro a que en la región crezca la solidaridad, la equidad y el cuidado de la naturaleza. Al mismo tiempo confío en que la medicina familiar se consolide como medicina familiar y comunitaria, que se involucre en el cuidado de la salud con perspectiva territorial, desde la comprensión de la gente y sus problemas en su contexto social, comunitario, territorial. No para sustituir con ello la atención a las enfermedades, sino para hacer esa atención mejor aún, especializada en las personas que padecen esos problemas de salud, en cada persona, en cada familia. Al mismo tiempo, asumir una forma de medicina capaz de abarcar la dimensión histórico-territorial en el proceso clínico. Es necesario superar la mirada dicotómica que ha tendido a separar lo clínico de lo comunitario. Cada vez menos es posible pensar una medicina de calidad o una investigación en salud de calidad si no se involucra con la vida cotidiana de las personas, en su dimensión comunitaria. A eso nos referimos cuando decimos de la aspiración a que la medicina familiar se consolide como “familiar y comunitaria”. De alguna forma eso incluye, pero vale la pena explicitar, una perspectiva planetaria y profundamente bioética de la medicina. La salud humana no es posible en forma aislada, separada de las demás especies y de la biósfera. Covid-19 es la muestra más reciente y clara que tenemos de ello. Entonces, incorporar la dimensión planetaria de la salud en la práctica de nuestra especialidad es también una nota necesaria de cara al futuro. 

Formar especialistas en estos tiempos significa formar profesionales capaces de trabajar en la incertidumbre, resolver problemas complejos y adaptarse a los cambios. Es buscar la integración de esas aptitudes con la capacidad y las competencias necesarias para resolver problemas de salud frecuentes. La MFYC es la especialidad médica que se encuentra en mejor posición para asumir los problemas de salud complejos de hoy y del futuro; problemas que tienen componente social, enfermedades emergentes, otras derivadas de la pobreza o de condiciones ambientales, que se entrelazan con las enfermedades crónicas y transmisibles que ya conocemos y que lejos de resolverse siguen creciendo o reemergen. 

¿Qué te imaginas para el día después de la Cumbre?
Literalmente, el día después de la Cumbre, el 12 de noviembre de 2022, ya lo estamos planificando. Tendremos reuniones de trabajo para la implementación de los lineamientos que surjan de la VIII Cumbre, tanto en Guatemala como en toda la región. 

Imagino una postcumbre con mucho trabajo, con renovación y con mucha alegría.